El Sol gobierna el
cielo diurno, pero por la noche, especialmente si
la Luna no brilla, el espectáculo pertenece a
las estrellas. Brillo y oscuridad se distribuyen
aleatoriamente a través del firmamento formando
extrañas y llamativas agrupaciones que saltan a
la vista, en un número que parece inmenso. Para
los antiguos observadores parecía como si la
Tierra fuera el centro de una "esfera
celeste" salpicada de estrellas, lo
cual reforzaba la creencia, sostenida durante
miles de años, de que nosotros
éramos el centro del Universo.
Si
observa las estrellas a lo largo de la noche,
verá que la mayoría de ellas también surgen
por el Este y se ponen por el Oeste, como el Sol
y la Luna. De hecho, toda la esfera celeste
parece rotar lentamente -una vuelta cada 24
horas- y, por tanto, la mitad de ella se
encuentra oculta bajo el horizonte. Esta
rotación trae constantemente afuera a nuevas
estrellas sobre el horizonte del Este, mientras
otras desaparecen detrás del horizonte al Oeste.
En el dibujo de la izquierda el
"cinturón" horizontal alrededor del
globo puede ser interpretado como el horizonte,
mientras la esfera misma gira alrededor de su
eje.
Nosotros,
por supuesto, sabemos que no es el Universo el
que gira alrededor nuestro desde el Este hacia el
Oeste, sino que nuestra Tierra
es la única girando (del Oeste hacia el Este,
ver nota al final). Pero es todavía conveniente
hablar de "la rotación de la esfera
celeste". Esa también haría que el cielo
girase del modo en que parece hacerlo.
La mayoría de las
estrellas mantienen posiciones fijas respecto de
las demás, noche tras noche. El ojo las agrupa
espontáneamente en figuras o constelaciones
("stella" es estrella en Latín), a las
cuales cada cultura les ha dado sus propios
nombres. Los nombres que nosotros usamos
provienen de los antiguos griegos y romanos. Por
ejemplo, Orión, el cazador,
acompañado de cerca por sus dos fieles perros.
Otros nombres evocan animales, cuyos nombres
latinos se usan todavía: Scorpio,
el escorpión; Leo, el león; Cygnus,
el cisne; Ursa Major, la osa
mayor, y así sucesivamente.
El Sol se mueve
lentamente a través de este diseño, circulando
alrededor de él una vez al año, siempre
siguiendo el mismo camino entre las estrellas
("la eclíptica"). Los antiguos
distinguieron doce constelaciones a lo largo de
este camino, y por cuanto la mayoría están
dedicadas a animales, son conocidas como el Zodíaco,
el "círculo de los animales". El Sol
pasa alrededor de un mes dentro de cada
"signo del Zodíaco". La Luna se mueve
cercana al recorrido del Sol, pero sólo le lleva
más o menos un mes realizarlo, y unas pocas
estrellas notables también se mueven cerca del
él: los planetas. Volveremos más tarde a todo
esto: todos los demás objetos celestes están
firmemente situados y no se mueven, formando el
"firmamento".
Como el globo en
el dibujo, la esfera del cielo tiene dos puntos
alrededor de los cuales gira, puntos que marcan
su eje: los polos celestes. Las
estrellas cerca de esos polos desfilan en
círculos diarios alrededor de ellos, y cuanto
más cerca están de ellos, más pequeños son
los círculos (no tienen salida
ni puesta). En cualquier momento, sólo la mitad
de la esfera es visible: es como si el suelo
plano en que nosotros estamos cortara la esfera
celeste en dos mitades: la mitad superior es
visible, la mitad inferior no lo es. Por eso,
sólo un polo se ve en cualquier momento, y para
la mayoría de nosotros, que vivimos al norte del
Ecuador, ése es el Polo Norte.
Al igual que el globo de la
Tierra tiene un ecuador alrededor de su mitad, a
medio camino entre los polos, así la esfera del
cielo está rodeada por el ecuador celeste, a
medio camino entre los polos celestes. A medida
que el cielo gira, las estrellas en el ecuador
trazan un círculo mayor que cualesquiera otras.
Por supuesto, sabemos bien (a
diferencia de los sacerdotes de Babilonia) que
las estrellas no están sujetas
dentro de una enorme esfera hueca. En vez de eso,
es la Tierra la que gira
alrededor de su eje, mientras las estrellas
están tan distantes que parecen estar quietas.
El efecto final, sin embargo, es el mismo en
ambos casos. Por tanto, cuando interesa, todavía
podemos usar la esfera celeste
para marcar las posiciones de las estrellas en el
cielo.
Por pura
casualidad, una estrella moderadamente brillante
es vista cerca del polo norte celeste, Polaris,
la estrella polar (o estrella del norte). Polaris
no está exactamente en el polo, pero su círculo
diario es muy pequeño y para muchos propósitos
uno puede suponer que está en el polo, formando
un soporte alrededor del cual gira el cielo
entero.
Todo esto parece
mucho más claro si uno recuerda que es la Tierra
la que gira, no el cielo. El eje alrededor del
cual la Tierra rota apunta en
una cierta dirección del cielo, y esa es
también la dirección de la estrella polar (o,
más exactamente, el polo norte celeste). Según
gira la Tierra, incluso aunque el observador se
mueve con ella (por ejemplo, desde el punto B al
punto A, en el dibujo), esa dirección siempre
forma el mismo ángulo con el horizonte y está
siempre al norte. De aquí, que la Estrella Polar
esté siempre en el mismo punto: al norte del
observador y a la misma altura sobre el
horizonte.
Si en una clara
noche se encuentra perdido en la naturaleza o en
el mar, la Estrella Polar puede indicarle dónde
está el Norte, y de ahí fácilmente deducir
dónde el Este, Oeste y Sur. Cualquier otra
estrella no es fiable para determinar
direcciones: se moverá a través del cielo, y
puede incluso desaparecer, pero no hará eso
aquella. Para saber cómo encontrar la Estrella
Polar, haga clic aquí.
Cuanto más cerca está uno del
ecuador, más cerca está la Estrella Polar del
horizonte, y en el ecuador (punto C) está justo
en el horizonte, y probablemente no es fácil de
ver. Más al sur, en puntos tales como el D, no
es ya visible, pero entoces ya puede ver el polo
sur del cielo. Desgraciadamente, ninguna estrella
brillante comparable a la Polaris, marca esa
posición. La existencia de una brillante
estrella cerca del polo norte celeste es
simplemente una feliz coincidencia y, como se
verá, no siempre fue así, y no será dentro de
unos pocos miles de años.
Como muestra el
dibujo anterior, durante la noche vemos la
Estrella Polar desde diferentes posiciones (tales
como A y B).
Sin embargo, no se aprecia ninguna diferencia de
su posición en el cielo, debido a que está tan
distante de nosotros. Si la Tierra rotara no
alrededor de su eje sino a lo largo de una línea
paralela que pasara por A o por B, el cielo no
parecería diferente.
Para el ojo
humano, la rotación del cielo es muy, muy lenta
(es más notable a la salida o puesta del Sol o
de la Luna). Un telescopio, sin embargo,
magnifica enormemente la velocidad de rotación,
y cualquier estrella observada con él
rápidamente deriva hacia el borde del campo
visual y entonces desaparece, a menos que se
ajuste contínuamente la dirección del
telescopio. Esto normalmente se realiza
automáticamente, girando el telescopio alrededor
de un eje paralelo a la rotación de la Tierra,
porque, como se explicó más arriba, un
desplazamiento paralelo no cambia la rotación
aparente de las estrellas.
Para hacer fácil
tal ajuste, un telescopio astronómico
(dibujado arriba) se monta de un modo muy
distinto a un un telescopio de
topógrafo (teodolito)"
(o "teodolito", mostrado abajo). Un
teodolito normalmente tiene dos ejes: uno que le
permite explorar todas las direcciones
horizontales en 360°, y otro que ajusta su
elevación y le permite establecer sus vistas
sobre marcas de referencia más altas que el
observador, tales como cimas de montañas. Por
otra parte, un telescopio para ver estrellas
(arriba) tiene dos ejes perpendiculaares, pero el
principal (el "eje ecuatorial")
se apunta a la Estrella Polar y es, por tanto,
paralelo al eje de la Tierra.A medida que gira la
esfera celeste, un mecanismo de relojería (o, en
los modelos económicos, la mano del observador o
un tornillo ajustable) gira el telescopio a una
velocidad apropiada que mantiene las mismas
estrellas en el campo de visión.
No todas las
estrellas mantienen posiciones fijas en la esfera
de los cielos. Incluso los primeros observadores
del cielo notaron que unas pocas se movían: los
antiguos griegos las llamaron "planetas",
que significa errantes. Los nombres que usamos
hoy día provienen de los romanos, quienes los
bautizaron en honor a sus dioses principales:
Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno.
Mercurio y Venus están siempre
próximos al Sol y sólo pueden verse brevemente
después de la puesta o antes del amanecer:
Mercurio está tan próximo que la mayor parte
del año no puede verse en absoluto, porque el
brillante cielo ahoga su propia luz. Venus es
más brillante que cualquier otra estrella (en
condiciones adecuadas y mirando justo a donde
está, se puede incluso ver durante el día)
mientras que Júpiter ocupa el segundo lugar.
- Se puede
demostrar que la rotación es del Oeste
hacia el Este usando una manzana
o alguna otra fruta para representar la
Tierra. Sosténgala con el tallo
vertical, que sería el eje de la Tierra,
con el Polo Norte en lo alto, y marque
dos puntos en la mitad norte. Por
ejemplo, Nueva York y,
ligeramente desde allí, en el sentido de
las agujas del reloj (es decir, hacia el
Oeste), San Francisco.
Se puede emplear un linterna como
"Sol", o imaginarse que se
tiene una lámpara en algún punto
cercano.
Cuando es mediodía en Nueva York,
el Sol está casi vertical sobre
"Nueva York", pero son sólo
las 9 de la mañana en "San
Francisco". Tres horas más tarde,
la Tierra ha girado y ahora es mediodía
en "San Francisco", con el sol
próximo a la vertical. Para llegar a
esta posición, San Francisco debe rotar
a la posición donde se hallaba Nueva
York: del Oeste hacia el Este.
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